miércoles, 2 de septiembre de 2015

EL HOMBRE - 1980 - (II)



No temáis. No temáis por el hombre.

Aunque veáis caerse el mundo,
aunque veáis disolverse los poderes
que ordenaban el tiempo y el espacio,
aunque sintáis reblandecerse, informes,
las columnas de hierro
que sostienen las leyes y las cosas,
no temáis por el hombre, os lo repito.

Pues el hombre, sin duda, está llamado
a la tensión penosa y a la angustia;
el hombre está llamado al sufrimiento,
y a la perplejidad,
y al fragor de la lucha,
y al esfuerzo, y al miedo... 
(Quizás al miedo sobre todo, sí.)

Pero, a pesar de todo, no temáis:
Porque no está llamado a la derrota.

No temáis por el hombre,
sino apostad por él con confianza,
no temáis por el hombre, sino amadlo,
respaldadlo con todas vuestras fuerzas,
porque cuanto mayor sea el desafío,
la respuesta será más vigorosa.
Y habéis de estar seguros
de que él responderá.

Y esto, el científico,
que lo examine a fondo y lo cuestione,
y que lo cuantifique, si es que puede,
pues así debe hacerlo, ése es su oficio.
Y el analista, en frío,
que metódicamente lo escudriñe,
que lo estudie impasible
con calma y con mesura.

Al ser humano, en cambio, 
le cabe únicamente
creer siempre con toda obstinación
en su espíritu inmenso, inagotable.

Y al poeta, gritarlo a todas voces:

¡No temáis, no temáis!

...Porque en él hay sembrada una semilla
que brotará imbatida todas las primaveras,
y no hay muerte que valga frente a eso.
                 

EL HOMBRE - 1980 - (I)



Cuando hablo del hombre
no hablo del miserable hombre,
ni del autosuficiente hombre,
ni del hombre muerto
de la rutina y el tedio.

Cuando hablo del hombre
hablo de cada uno,
hombre, mujer real,
tú, tú, y aquél, y ése ...
Y también del moribundo y del embrión
que están cruzando los umbrales.

Cuando hablo del hombre
hablo de mi más hondo templo.

Cuando hablo del hombre
hablo de un ser a medio hacerse,
de una capacidad casi infinita
por llenar hasta el colmo.

Cuando hablo del hombre
hablo de la  esperanza.      ... (¿?) ...
(Sí, la  esperanza  he dicho, no es errata)

Y digo:

Santo es el hombre,
porque santo es su destino.      



Tierras del Adaja (2004)

Verano de rastrojos amarillos,
limpios cielos y vientos rumorosos ...               

¡Amplias lomas vecinas del Adaja,
suaves cuestas adustas, don del Duero,
sencillos campos de Ávila dorados,
cuán por entero mi alma os pertenece,
qué armonía tan justa y acoplada
la que mi corazón gusta y respira,
como niño de pecho acurrucado
mientras lo mecen vuestros nobles brazos
que a la vez son paisaje, historia, idioma,
y que dan, bienamados, alimento
a su raíz vital, su sentimiento!



martes, 1 de septiembre de 2015

El monte y yo (Junio 1969)

                                   El monte y yo estamos solos,
mirándonos en silencio,
conversando sin palabras
como dos amigos viejos,
como dos mentes hermanas
que comparten pensamientos.

El monte y yo nos miramos
callando lo que sabemos:
que somos ondas distintas
que parten de un mismo centro,
que se expanden desde siempre
cada vez más y más lejos,
y que cantan a la vez
la canción del Universo...

En el monte, el campo asciende
desde la tierra hasta el cielo,
alzándose frente a mí
para servirme de espejo:
La tierra, llena de vida.
Mi alma, de conocimiento.

Esa es la imagen más mía,
donde mejor me reflejo.
La que no me da apariencia,
sino mi ser verdadero:
la que me muestra el milagro,
apenas en un destello,
de la huella del Espíritu 
en la hondura de mi pecho,
cuando mi mente despierta
y me atraviesa el Misterio.

...En el espejo del monte
me reconozco y me encuentro.