Verano de rastrojos
amarillos,
limpios
cielos y vientos rumorosos ...
¡Amplias lomas
vecinas del Adaja,
suaves cuestas
adustas, don del Duero,
sencillos campos de
Ávila dorados,
cuán por entero mi
alma os pertenece,
qué armonía tan
justa y acoplada
la que mi corazón
gusta y respira,
como niño de pecho
acurrucado
mientras lo mecen
vuestros nobles brazos
que a la vez son
paisaje, historia, idioma,
y que dan,
bienamados, alimento
a su raíz vital, su
sentimiento!
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