El
monte y yo estamos solos,
mirándonos
en silencio,
conversando
sin palabras
como
dos amigos viejos,
como
dos mentes hermanas
que
comparten pensamientos.
El
monte y yo nos miramos
callando
lo que sabemos:
que
somos ondas distintas
que
parten de un mismo centro,
que
se expanden desde siempre
cada
vez más y más lejos,
y
que cantan a la vez
la
canción del Universo...
En
el monte, el campo asciende
desde
la tierra hasta el cielo,
alzándose
frente a mí
para
servirme de espejo:
La tierra, llena de vida.
Mi alma, de conocimiento.
Esa es la imagen más mía,
donde mejor me reflejo.
La que no me da apariencia,
sino
mi ser verdadero:
la que me muestra el milagro,
apenas en un destello,
de la huella del Espíritu
en la hondura de mi pecho,
cuando mi mente despierta
y me atraviesa el Misterio.
...En el espejo del monte
la que me muestra el milagro,
apenas en un destello,
de la huella del Espíritu
en la hondura de mi pecho,
cuando mi mente despierta
y me atraviesa el Misterio.
...En el espejo del monte
me reconozco y me encuentro.
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