La tarea del escritor no se desarrolla, en su parte fundamental, frente a un ordenador con una hoja y un bolígrafo. La tarea del escritor se desarrolla en su relación con los demás, en su relación con el mundo, en su relación consigo mismo. Se desarrolla en la forma en que su cabeza integra y descifra su visión del mundo. En la forma en que asume los golpes, miserias y prodigios del mundo. En la forma en que ama, lucha, folla, desfallece, retorna... En la observación que hace de su propio pulso. En cómo lo vive y siente. En la forma en que se entrega y apasiona. Luego, al llegar frente al ordenador, frente a la hoja, ya sólo queda dejar que todo fluya, se derrame. Y que de las cenizas exhaustas de su carne brote un ardiente fénix de creación.
( Samuel Bressón VII - Publicado en Fb el 04-09-17 )
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