miércoles, 12 de junio de 2024

La lluvia blanca

Produciendo un rumor apacible

caía el agua mansa. 

Yo la estaba observando muy quieta 

desde mi ventana.


Todas las ventanas del mundo 

estaban para la lluvia 

cerradas.

La mía en cambio estaba abierta,

abierta,

para que entrara.


Algunas gotas, a veces,

me salpicaban la cara.

Yo sentía hasta muy dentro

el limpio frescor del agua.


Al cobijo de las tejas

los gorriones se apretaban

pero acogían la lluvia 

con canción alborozada.


Llovía el cielo su promesa 

en limpia forma de agua, 

forma sin forma, que a toda 

forma se adapta.


Yo abría también mis manos

asomada a mi ventana 

y recibía la lluvia. 

Desde siempre la esperaba.


El cielo blanco llovía 

blancura sobre mi cara, 

y era parecido a un beso 

sobre mi frente mojada,

beso que entraba en mi ser 

y hasta el alma me empapaba. 


Blanco era el cielo, y la lluvia 

también era blanca. 

Las ventanas del mundo eran negras 

y estaban cerradas.

En las ventanas del mundo 

no podía entrar el agua.


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