Si entre nosotros, "los de aquí", españoles y europeos, asumimos que algún miembro de nuestro mismo colectivo puede cometer un crimen sin que a nosotros nos manche su mala fama, porque obviamente el criminal ha sido él y no el resto de nosotros, si estamos convencidos de que no nos convertimos con él en terroristas ni delincuentes, ¿por qué en los casos de acciones de terrorismo islámico hemos de generalizar y acusar de ello a todo el colectivo musulmán que vive en nuestro territorio?
Occidente es lo que es por haber asumido, aunque a trancas y barrancas y aún después de mucha sangre y lágrimas, una cultura humanista que termina concretándose en la Declaración de los Derechos Humanos. A pesar de los muchos y espantosos borrones que ha echado sobre el papel de la Historia, la civilización occidental ha conseguido, siquiera teóricamente, ese logro, deudor al mismo tiempo de la cultura grecolatina y el humanismo cristiano. Quizá es el único logro del que pueda enorgullecerse, por encima de su superioridad científica, técnica o económica, que al fin y al cabo sólo se han utilizado como instrumentos de expolio y dominación.
Si de lo que tenemos miedo es de que el que viene de fuera nos colonice culturalmente, defendamos nuestros mejores valores, nuestra más genuina aportación a la historia humana y a la auténtica civilización global. Defendamos nuestra esencia cultural siendo coherentes con ella. Antes que españoles, blancos, cristianos, europeos ... antes que todo, seamos HUMANOS, y como consecuencias, HUMANISTAS.
Si en el seno de nuestra sociedad no respetamos la diferencia cultural, la convivencia y el diálogo entre iguales, la idea primordial de que "el otro", el diferente (por nacionalidad, raza, cultura, religión, posición económica, orientación sexual, o circunstancia cualquiera) es, ante todo UN SER HUMANO CON EL MISMO VALOR, LA MISMA DIGNIDAD, LA MISMA IMPORTANCIA, y por tanto, El MISMO DERECHO A SER TRATADO COMO PERSONA, es decir, MIEMBRO DE PLENO DERECHO DE LA SOCIEDAD, si no actuamos conforme a este principio, estamos renunciando a lo que más y mejor nos define, lo que le da valor al hecho de que, además, nos haya tocado en suerte figurar en un registro civil con una serie de características y una nacionalidad y cultura que perfectamente podrían haber sido otras, sin que nos quepa en ello culpa ni mérito alguno.
Con manifestaciones de odio e ignorancia cerril, flaco favor nos hacemos a nosotros mismos en cuanto sociedad.
Occidente es lo que es por haber asumido, aunque a trancas y barrancas y aún después de mucha sangre y lágrimas, una cultura humanista que termina concretándose en la Declaración de los Derechos Humanos. A pesar de los muchos y espantosos borrones que ha echado sobre el papel de la Historia, la civilización occidental ha conseguido, siquiera teóricamente, ese logro, deudor al mismo tiempo de la cultura grecolatina y el humanismo cristiano. Quizá es el único logro del que pueda enorgullecerse, por encima de su superioridad científica, técnica o económica, que al fin y al cabo sólo se han utilizado como instrumentos de expolio y dominación.
Si de lo que tenemos miedo es de que el que viene de fuera nos colonice culturalmente, defendamos nuestros mejores valores, nuestra más genuina aportación a la historia humana y a la auténtica civilización global. Defendamos nuestra esencia cultural siendo coherentes con ella. Antes que españoles, blancos, cristianos, europeos ... antes que todo, seamos HUMANOS, y como consecuencias, HUMANISTAS.
Si en el seno de nuestra sociedad no respetamos la diferencia cultural, la convivencia y el diálogo entre iguales, la idea primordial de que "el otro", el diferente (por nacionalidad, raza, cultura, religión, posición económica, orientación sexual, o circunstancia cualquiera) es, ante todo UN SER HUMANO CON EL MISMO VALOR, LA MISMA DIGNIDAD, LA MISMA IMPORTANCIA, y por tanto, El MISMO DERECHO A SER TRATADO COMO PERSONA, es decir, MIEMBRO DE PLENO DERECHO DE LA SOCIEDAD, si no actuamos conforme a este principio, estamos renunciando a lo que más y mejor nos define, lo que le da valor al hecho de que, además, nos haya tocado en suerte figurar en un registro civil con una serie de características y una nacionalidad y cultura que perfectamente podrían haber sido otras, sin que nos quepa en ello culpa ni mérito alguno.
Con manifestaciones de odio e ignorancia cerril, flaco favor nos hacemos a nosotros mismos en cuanto sociedad.
Muy de acuerdo, sentir orgullo por nuestra capacidad de respetar y de integrar
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