miércoles, 12 de junio de 2024

La lluvia blanca

Produciendo un rumor apacible

caía el agua mansa. 

Yo la estaba observando muy quieta 

desde mi ventana.


Todas las ventanas del mundo 

estaban para la lluvia 

cerradas.

La mía en cambio estaba abierta,

abierta,

para que entrara.


Algunas gotas, a veces,

me salpicaban la cara.

Yo sentía hasta muy dentro

el limpio frescor del agua.


Al cobijo de las tejas

los gorriones se apretaban

pero acogían la lluvia 

con canción alborozada.


Llovía el cielo su promesa 

en limpia forma de agua, 

forma sin forma, que a toda 

forma se adapta.


Yo abría también mis manos

asomada a mi ventana 

y recibía la lluvia. 

Desde siempre la esperaba.


El cielo blanco llovía 

blancura sobre mi cara, 

y era parecido a un beso 

sobre mi frente mojada,

beso que entraba en mi ser 

y hasta el alma me empapaba. 


Blanco era el cielo, y la lluvia 

también era blanca. 

Las ventanas del mundo eran negras 

y estaban cerradas.

En las ventanas del mundo 

no podía entrar el agua.


Examen de conciencia

Soledad,

La culpa de todo es mía 

por ponerte en un altar.


Por entregarte mi alma 

y dejarte gobernar.


Y también 

por quererte sin buscarte 

y buscarte sin querer. 

jueves, 23 de mayo de 2024

La historia de Salman: 12 fronteras y un sueño

LA AMABILIDAD DE LOS EXTRAÑOS

En la casa no había café. Mejor dicho, sí lo había, pero no teníamos ninguna forma de edulcorarlo. Y a mí las amarguras no me gustan nada, ni siquiera como sensación gustativa. 

Habíamos llegado la tarde anterior a nuestro lugar de vacaciones, situado en una zona residencial, sencilla y tranquila, urbana pero cercana a la naturaleza. Un estupendo lugar, pero desconocido.

Esa mañana, echando de menos mi rutina matinal, decidí salir a cualquier bar cercano en busca de un café que pudiera endulzarse. 


Al salir a la calle me resultó evidente la ausencia de cualquier local público. Me puse a caminar, esperando algún resultado mejor a la vuelta de la esquina siguiente. Pero al volver la esquina, aparecía siempre el mismo panorama: viviendas muy playeras, muy majas, todas con su jardín, pero todas bien cerradas. Y ni un alma por la calle.


Yo continuaba una manzana más, y otra, pero no descubría nada nuevo. De pronto, al cruzar una transversal, encontré un ejemplar de homo sapiens en forma de mujer, entrada en años aunque no tanto como yo, que barría una puerta de calle en uniforme de limpieza. Supuse que debía desempeñar allí la función de conserje de la finca, y que conocería la zona.


Me acerqué a ella y le pregunté si había cerca algún sitio donde poder tomar un café: ¿bar? ¿cafetería?… Ella detuvo su tarea para atenderme y se puso a repasar mentalmente sus conocimientos sobre la cuestión. Trató de responderme, con un leve acento extranjero tal vez proveniente del Este europeo: "… Por esta calle adelante… No, no, eso queda lejos”… “A lo mejor en esa otra dirección… aunque no sé si estará abierto… Y está lejos también…". Así estuvo un momento más, hasta que de pronto se le iluminó la mirada, y haciendo ademán de extender los brazos hacia la casa, con ambas manos abiertas, me dijo: 

«Si lo que quiere es un café… ¡Aquí mismo!»


Lo había dicho sonriéndome abiertamente con tanta calidez que yo me sentí conmovida por su espontáneo y completamente inesperado ofrecimiento, y en un inmediato impulso la tomé por los hombros y le di un beso agradecido, exclamando “¡Oooh…! ¡Bonita!!!”


No quise robarle tiempo de sus obligaciones. Me despedí repitiéndole mi sincero agradecimiento por un gesto tan hospitalario e inusual en estos tiempos individualistas y egocéntricos.


 


Recordé entonces el título de una película que vi hace algún tiempo, "La amabilidad de los extraños” (The kindness of strangers). Una película un tanto sentimental pero muy agradable. Y me dije: “No, no es cosa de película. La amabilidad de los extraños existe de verdad”.


Tengo que añadir, además, que ésta no es, ni mucho menos, la única vez que lo he comprobado con mi propia experiencia.

martes, 9 de noviembre de 2021

PADRENUESTRO

Padre,

que no inasible extraño

ni majestad ignota capaz de enmudecernos;

no Dueño inapelable, sino padre materno

que nos invita a hablar con sencillez,

en confianza íntima de hijos…


Padre Nuestro, de todos,

que no tan sólo mío y sí de cada uno:

huella de infinitud en nuestras almas,

comunión del origen que nos hace

reconocibles unos para otros

como seres fraternos.


Padre nuestro que estás en el cielo

porque trasciendes todos nuestros límites,

nuestros sentidos todos

y cuanto ellos alcanzan.


Padre nuestro del cielo que estás en la tierra,

porque todo lo bueno y hermoso

que en ella encontramos

de Tí nos habla, a Tí nos encamina.



PadreTu nombre sea

siempre santificado y bendecido.


Glorificado seas con el ser

de la totalidad de seres que son creación tuya.


Glorificado seas, sobre todo,

en nuestros pasos hacia Ti dispuestos,

en nuestro hacer y en nuestro deshacer.


Siempre alabado seas

en cualquier expresión de nuestra hondura.


Que nuestras vidas  se conformen, 

Padre,

con el feliz sentido que tu amor

proyectó para ellas en principio.


Que en todos nuestros actos, Padre nuestro,

seas libre y conscientemente honrado,

reconocido así como quien eres.



Venga a nos el Tu reino, Padre nuestro.

El reino que desean desde siempre

sin ser capaces nunca de alumbrarlo,

los milenios del hombre.


Venga a nos el tu reino de verdad sin disfraces,

de relaciones justas,

de rectos e inocentes y sabios corazones… 

Reino de Espíritu.



Así como en el cielo, así en la tierra

se haga Tu voluntad,

y la tierra será una tierra virgen

por el cielo habitada.


Haz que Tu voluntad nos sea alimento,

haz que la amemos con pasión del alma

sobre toda otra cosa,

y que busquemos siempre conocerla

para verla cumplida, para hacerla

fruto de realidad.


Que sea tu querer

motor de nuestro hacer,

y con amor sepamos recibirlo

cuando nos viene dado en el acontecer.



Danos hoy nuestro pan

de cada día…  y no pidamos más.

Tan sólo danos fortaleza y gracia

para no preocuparnos 

de todo lo que excede

nuestras necesidades verdaderas.


Y  si comemos hoy el pan de cada día, 

gracias por ese pan.

Impregna nuestras mentes de generoso celo

para que no olvidemos 

a los que no lo tienen a su alcance.

Que nuestro amor, nuestro sentido innato

de lo que es bueno y justo

luche por conseguírselo.


No descansemos, Padre,

hasta que en todo el mundo,

para todos los hombres y mujeres,

haya pan y trabajo, dignidad y respeto,

derecho y crecimiento genuinos. 


Conviértenos, Señor, en instrumento

de tu plan de justicia

y de tu providencia para el mundo.


Padre, perdónanos.

Mira benevolente

los continuos desaires y traiciones

de nuestra mezquindad, nuestra bajeza.


Y enséñanos también a perdonar

a aquéllos que nos hayan ofendido,

quizá tan miserables como somos nosotros, 

tan pequeños, tan frágiles.

Quizá tan miserables, y no más.


Que perdonemos, Padre,

como perdonas Tú,

con el perdón nacido de antemano

antes incluso de sufrir la ofensa.


Que perdonemos, Padre,

las deudas que lo son y las imaginadas,

las heridas causadas a sabiendas

y aquellas otras que fabrica y urde

nuestra propia orgullosa suspicacia.



No nos dejes caer en tentación ninguna.

No nos dejes caer, que tropezamos

en cualquier altibajo del camino.

Mira que nuestro paso es vacilante,

mira que nos abate cualquier viento,

mira que somos débiles, 

mira que nos caemos…

¡No nos dejes caer!



Y líbranos del mal Tú, Padre bueno.

Líbranos de obrar mal,

líbranos de seguir ningún camino

que no termine en Tí,

que de Tí nos aleje, que nos pierda en lo oscuro,

que nos hunda en el pozo de lo que no eres Tú.


Líbranos también, Padre,

de padecer el mal, si ello es posible;

pero no se haga en esto

nuestro simple querer,

sino tu voluntad.


                               … Y que así sea.

lunes, 10 de mayo de 2021

UNA PAUSA CONSCIENTE

(I)


Señor, en este punto del transcurso del día

que en tu bondad de nuevo 

nos has amanecido,

vuelvo hacia Ti, amorosos,

los ojos de mi alma

para darte las gracias que mi corazón pide

y en justicia te debo:


Por mi existencia toda, Señor, te doy las gracias.

Por la existencia de todas las cosas.

Por este día. Por todo el tiempo.

Y por todos los bienes

que vienes derramando sobre mí desde siempre.

Sé que continuamente me cuidas y me alientas,

que soy tu criatura

y que me quieres sólo porque sí.

La vida que me has dado es un regalo hermoso;

no permitas que yo, con mi indolencia,

la eche a perder sin fruto.

...

(II)


Ten piedad de mi culpa cotidiana

de no luchar por Ti lo suficiente.


Por Ti, por quien Tú eres,

el Amor sin medida volcado sobre mí,

a quien todo le debo.


Y también por mí misma, 

este proyecto hermoso

que Tú has trazado sobre mi persona.

Ese ser 

que es el ser 

que quiero ser,

porque Tú así me has hecho,

porque Tú así me sueñas 

desde tu eternidad.


Sí, ten piedad, Señor, 

de mis culpas pasadas y presentes,

y ayúdame a evitar culpas futuras.


Vierte sobre mi vida tu perdón como un bálsamo 

y empapa mi pobreza de tu misericordia.

(III)


Te ofrezco mi persona, con todas sus flaquezas:

mi pensar, mi sentir, mis tareas, 

mis ratos de ocio,

mi relación con todos y con todo.


Te pido que tu luz siempre ilumine

mi actitud ante toda circunstancia.

Que tu fuerza me empuje,

que tu mirada centre mi mente distraída,

que mis actos reflejen, como mi corazón, 

tu amor inalterable.

Que todo lo que haga sea ofrenda en tu honor

abierta siempre a tu Presencia amada.


(¡Ay! Ten misericordia, Señor, de cuánto y cómo 

traiciono el compromiso 

que implica este deseo).

...

(IV)


Te encomiendo a los míos, 

todos los que me has dado.

Los míos más cercanos,

los más lejanos, todos.

Los vivos y los muertos.

Por todos te doy gracias.


Y te ruego de un modo más intenso

por todos los sufrientes 

que encuentro en mi camino,

por aquéllos que sé que están pasando 

en este instante mismo

por momentos vitales especialmente duros.

Da igual que los conozca o no personalmente.

Tú sabes quiénes son,

Tú sí que los conoces.


Todos los que me has dado

los pongo ante tus ojos,

los dejo entre tus manos cuidadosas.

Todos los que me has dado.

Los que en cualquier manera 

más o menos intensa, más o menos profunda, 

más o menos directa,  más o menos amable,

pasan, o ya han pasado, 

o han de pasar aún

por este irregular camino de mi vida.


¡Cuida sus trayectorias, 

endereza sus pasos,

llévalos hacia Ti,

no dejes que se pierdan!

Que no falte ninguno el venturoso día

del gran abrazo último y eterno.


(V)


Sé que es tu voluntad la plenitud en todos:

los que fueron antaño,

los que serán después,

los que están siendo.

Los que están ahora mismo soportando,  

como hábito continuo,

el destierro sombrío de este mundo,

el peso desabrido

del sufrimiento, de la incertidumbre.

Para éstos te imploro, en especial, tu ayuda,

que la vida es difícil y da miedo,

que hay peligro constante 

de extravío y naufragio.


A pesar de mis grandes incoherencias

quisiera evidenciar tu amor ante sus ojos.

Evidenciar tu amor, porque hace tanta falta

evidenciar tu amor en este mundo triste.

Evidenciar tu amor, aunque sea imposible

por mi fragilidad resquebrajada,

por mi debilidad inconsistente,

… por mi frivolidad.

——

(VI)


Alimenta mi llama y sé mi fuerza

para que, cuando el tiempo que me otorgas termine,

no esté desperdiciada tanta gracia en mi vida

sienta yo el gozo íntimo de tu inmensa ternura

por mi pobre persona, esta alma endeble,

y un agradecimiento humilde me desborde

en nueva confianza abandonada en Tí.