(Poema - 1968)
La Verdad es sencilla
y habla con el silencio,
canta su canto mudo,
muestra su libro abierto
sin que apenas se note
la amplitud de su vuelo.
Y así, en un mediodía
dulce, agradable, quieto,
sin respetar la calma
de mi paso sereno,
la Vida, de repente,
irrumpe en mi paseo.
De pronto lo escondido
me muestra su secreto,
me hace el don imposible
de entender, no entendiendo…
y todo sin asomo
de artificio ni enredo.
La Verdad es sencilla
y habla con el silencio.
La Verdad llena el alma
de amor y de consuelo.
La Verdad es la Vida
que palpita en el suelo,
son las hojas caídas,
los pequeños insectos,
las rugosas cortezas
de los árboles rectos…
Esta brisa que mece
las hierbas en el suelo,
leve y grata caricia,
aliento dulce y fresco,
suave abrazo envolvente
que rodea mi cuerpo…
Este rayo de sol
que atraviesa el silencio
hendiendo la penumbra
con un brillo de acero,
la mariposa blanca
que con rápido vuelo
atraviesa ese rayo
y esplende sin saberlo,
volviéndome a aquel prístino
asombro dulce y nuevo
que echó a andar la esperanza
la búsqueda, el esfuerzo…
La Verdad es sencilla
y habla con el silencio:
Todos los seres viven
en mí, yo vivo en ellos,
somos la misma Vida
en formatos diversos.
De pronto, en mí se abrazan
corazón y criterio,
todo está en orden, todo
exulta en gozo quieto,
en paz profunda todo,
cumplido todo anhelo.
Toda una eternidad
en un fugaz momento
que se queda conmigo.
Algo más que un recuerdo.
La Vida, con mayúscula
palpita en el Misterio,
me habita y me traspasa,
está en mí y está en Ello.
La Verdad trae al alma
el eco de lo eterno,
la hace bailar al son
de todo el Universo
vibrando intensamente,
en quietud, desde dentro…
La Verdad es sencilla
y habla con el silencio…
La Vida me hace el don
de entender, no entendiendo…
La Verdad llena el alma
de Amor y de consuelo.
……………
[Remembranza de una experiencia intensísima, decisiva para mi vida interior en lo sucesivo, una vivencia que tuvo lugar el 15 de agosto de 1968, a mis 17 años, en el lugar de Segovia llamado “La Boca del Asno”, entre pinos, helechos, hierbas, hormiguitas, rumor de brisa, rayos de sol filtrados entre ramas del bosque… Todo ello acompañado de una inefable felicidad que me traspasó vívidamente, haciéndome sentir una y armónica con todo lo que existe, y que a pesar de su fugacidad, dejó en mi historia personal una imborrable huella.
Para mí fue experiencia de Dios, el Dios originario y creador de todo. Nunca más tuve duda de su existencia, aunque dudase de todo lo demás.]
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