Habacuc 1, 2-3 / 2, 2-4
“¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: “Violencia”, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?”
El Señor me respondió así: “Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe”.
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“¿Hasta
cuándo, Señor?” :
El grito que traspasa los siglos, las edades.
Tú
dices: Llegará.
Tú dices: La visión espera
su momento.
Tú nos dices: Se acerca.
.........
Llegará…,
Lo creemos…
Pero
entretanto ¡qué largo es el tiempo!
Tú
nos dices: Paciencia.
Resistencia.
Vigor
en la esperanza.
(Paciencia es confianza.
Confianza
es obediencia.
Tú
nos has dicho: espera.
Tú sabes más, Señor)
Vivir
tu voluntad y hacerla nuestra,
en el hacer y el ser y en el no hacer.
Construir la ciudad que Tú deseas
sin demora, sin pausa, sin pereza…
Y esperar mientras tanto sin apremios.
Ésa es tu gran respuesta.
Únicamente
así nos será dado
acortar
esta desolada espera,
precipitar
en hecho el pleno desenlace
que
desde siempre añoran las vueltas de la Tierra,
las
rocas, y las aguas,
las
hierbas, y los bosques,
los animales todos,
las
horas, las distancias,
los
átomos, … los hombres.
(Los
hombres que te gritan: “¿Hasta cuándo, Señor?”).
Pero
Tú nos has dicho: Llegará.
Y yo, Señor, Te creo.
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